Industria 4.0 o inteligente: clave para adaptar la cadena alimentaria al escenario post COVID-19
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IDOIA OLABARRIETA y ÁNGELA MELADO, expertas en cadena alimentaria 4.0 de AZTI
La emergencia sanitaria causada por el COVID-19 está incidiendo en toda la cadena de suministro global. En concreto, la cadena alimentaria está experimentando un impacto que nunca antes había vivido. Todos los fabricantes se han visto afectados, alterando sus planes de producción como resultado de las demandas cambiantes y la disponibilidad de materias primas, personal clave y activos.
Todo esto está representando, en muchos casos, una amenaza existencial, pudiéndose dividir sus prioridades en tres fases distintas:
- Fase 1 – Supervivencia;
- Fase 2 – Recuperación;
- Fase 3: Adaptación al nuevo paradigma posterior a la crisis.
El objetivo para las empresas es conseguir adaptarse a estas tres fases lo antes posible y al menor costo. Para hacer esto y, en particular para la adaptación de los negocios al nuevo escenario post-COVID19, es esencial aprender del pasado y tratar de reconstruir un negocio de la manera más resiliente y ágil. El hallazgo clave o lección aprendida debe ser que los sistemas y procesos no estaban adaptados para encarar una crisis como esta.
Esta crisis ha puesto de manifiesto que la cadena alimentaria, en general, venía trabajando bajo un paradigma obsoleto y que, para adaptarse a los nuevos tiempos, harán falta planteamientos del siglo XXI. Efectivamente, éste es un momento difícil, pero también supone una oportunidad para conseguir una cadena alimentaria más transparente, sostenible y, sobre todo, resiliente. En este sentido, la Industria inteligente o 4.0 puede dar las claves de adaptación de los negocios a estos nuevos tiempos.
Tradicionalmente, la cadena alimentaria ha ido un poco por detrás de otros sectores en la implementación del paradigma 4.0 por diversas razones, como la falta de conocimiento de las herramientas y sus ventajas. Asimismo, la cadena alimentaria se encuentra formada por muchas pequeñas y medianas empresas, muy atomizadas, que veían la industria 4.0 como herramientas centradas en conseguir una ventaja competitiva, la reducción de costos, la productividad, la sostenibilidad y la innovación y que conllevaba asociada una gran inversión. Debido a los pequeños márgenes de beneficios que manejan muchas empresas de este tipo, no se veía como algo prioritario.
Sin embargo, la mayor fortaleza de la industria 4.0 reside en la posibilidad de plantar cara a una de las principales debilidades del sector alimentario: la falta de visibilidad en tiempo real de toda la información. Este nuevo paradigma permite la posibilidad de entender la cadena de una manera holística, el ajuste de la producción individual y, en definitiva, de todo el negocio. Esto es esencial para respaldar decisiones comerciales críticas, como es el caso de la anticipación a imprevistos, como los planteados por una crisis de las características que estamos padeciendo.
El nuevo papel de la industria 4.0
La industria 4.0 tendrá ahora un papel diferente, donde el objetivo, además de los inherentes a la definición de transformación 4.0 serán:
- Ayuda a asegurar que sobrevivan más empresas
- Disminución de la fase de recuperación y ayuda para que las empresas vuelvan a sus operaciones normales lo antes posible.
- Desarrollo de negocios nuevos y más sostenibles a mediano y largo plazo.
Es importante que las empresas sean conscientes de que una inversión en este proceso no debe verse como un coste añadido, sino como un valor por el que apostar y cuyo reporte supondrá un gran avance hacia un sector más preparado y eficiente.
Ha llegado el momento de los sistemas y los productos inteligentes, de la gestión de las grandes masas de datos, de la hiperconectividad de los canales y del consumidor. Lo cual permitirá entre otras cosas:
- La reducción de consumos de materiales, agua, energía.
- La mejora de la eficiencia de producción unitaria.
- Minimización de pérdidas y reprocesos
- El control y predicción de calidad en tiempo real.
- La anticipación a imprevistos: toma de decisiones en tiempo real.
- Entornos de trabajos flexibles y amigables.
- La mejora de la gestión de la logística (venta y distribución).
- Optimización y mejora de la trazabilidad de los alimentos.
- Mayor control preventivo de la cadena alimentaria.
- La mejora de la respuesta a necesidades del consumidor y anticipación a las demandas.
Si hay algo que ha quedado claro en este momento de incertidumbre son los beneficios que la digitalización ofrece a las empresas. Las compañías digitalizadas han podido responder mejor a la crisis y reaccionar más rápidamente, con mayor flexibilidad y resiliencia. Es lógico pensar que, una vez desaparezca la situación de excepcionalidad provocada por el COVID-19, una de las prioridades empresariales será la digitalización de los procesos en todas las áreas de actividad: producción, RR.HH., financiera, legal, compras, ventas, logística, etc., adaptarse lo ante posible a entornos cambiantes y estar preparados para cualquier excepcionalidad.