La identidad de los alimentos es una cuestión importantísima dentro de la cadena alimentaria que no solo tiene que ver con el fraude, sino también con la seguridad, la ética, la sostenibilidad, la salud, la comunidad o la nutrición.
Sin embargo, el fraude es uno de los aspectos que más preocupa. Hablamos de fraude alimentario cuando en un producto se incorporan ingredientes no declarados en el etiquetado. Esto se suele hacer con fines económicos y las consecuencias, además de las relacionadas con una reducción de la calidad, pueden repercutir en la seguridad de los alimentos y llegar a generar complicaciones en la salud pública.
La importancia de la identidad alimentaria
Cuando la identidad alimentaria se ve comprometida la confianza del consumidor disminuye provocando considerables pérdidas económicas. Algunos ejemplos de que han marcado a los consumidores:
- España, 1981: se vendió aceite de colza desnaturalizado como aceite de oliva. Este aceite contenía una sustancia tóxica, la anilina, provocó el envenenamiento de miles de personas. Desde entonces, más de 5000 personas han fallecido y más de 20000 sobreviven con las consecuencias.
- China, 2008: productos lácteos fueron adulterados con melamina, una resina empleada en para la fabricación de plásticos, con el fin de aumentar el contenido en proteínas. Más de 30000 personas resultaron afectadas, muchos de ellos niños.
- Alemania, 2011: entre principios de mayo y finales de julio de 2011 se registró un brote de Escherichia coli productora de toxina Shiga (ECTS) en Alemania que se fue extendiendo a otros países de Europa y que causó 53 muertes y 32300 hospitalizaciones. Inicialmente, las autoridades incorrectamente relacionaron el serotipo 0104 con pepinos importados de España, lo que supuso unas pérdidas de 200 millones de dólares por semana para las empresas exportadoras. Finalmente se detectó que el origen estaba en Egipto, a partir de semillas germinadas de fenogreco.
- Europa, 2013: la sustitución de carne de vacuno por la de caballo fue otro caso conocido de fraude, esta vez sin consecuencias para la salud. Lo que sí provocó fueron controversias en la prensa y entre consumidores en relación con el consumo de carne de caballo y en temas relacionados con la salud, la ética en la producción de alimentos.
Cómo reforzar y garantizar la identidad alimentaria
Garantizar identidad alimentaria y, con ella, la seguridad, es cada vez más complejo debido a que la cadena alimentaria es cada vez más compleja y globalizada. Un pequeño error puede arruinar todo el buen trabajo realizado por las empresas. Por eso, además de garantizar la identidad alimentaria hay que transmitirla.
Tanto para productores como para empresas alimentarias es fundamental tener autonomía en el control de riesgos y del fraude. Métodos ágiles de detección, gestión y toma de decisiones pueden suponer un considerable ahorro de costes por lo que, elegir los métodos más adecuados para cada necesidad cobra una gran importancia.
A su vez, saber transmitir estos esfuerzos al consumidor se traduce en una mayor confianza que, al cabo, termina en una mayor rentabilidad económica.
En este sentido, el conocimiento científico-tecnológico y la colaboración interdisciplinar de todos los agentes involucrados en la integridad alimentaria ofrece enormes ventajas. Las alianzas entre productores de materias primas, empresas productoras, transformadoras y distribuidoras, pero también centros de investigación, empresas tecnológicas y, también, la integración de los consumidores en el proceso, permitirán avanzar en los grandes desafíos del sector a la vez que cubrir las demandas sociales de seguridad, transparencia y confianza.